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Vampiros de Timisoara

(hacia  1746)


Lo que sabemos acerca de los vampiros de Timişoara procede de la obra de Dom Agustín Calmet. Calmet en el Capítulo XV de su Dissertation sur les revenants en corps, les excommunies, les oupirs ou vampires, brucolaques, expone una carta de un militar que sirvió en Teswar, la actual Timişoara en Rumanía, llamada también Temesvár, en húngaro; Temeswar, Temeschwar o Temeschburg, en alemán; Temišvar, en serbio; y Tamışvar, en turco. Timişoara está situada en la región conocida como el Banato. Desde 1552 hasta 1716 el Banato estuvo bajo el gobierno del Imperio Turco. El Banato fue conquistado e incorporado al imperio austro-húngaro por el príncipe Eugenio de Saboya, y en 1717 quedó oficialmente en manos austriacas tras el tratado de Passarowitz junto a territorios de Serbia y la Pequeña Valaquia. Al igual que con Serbia la región se convirtió en una provincia gobernada por una administración militar y pasó a denominarse Banato de Temeswar. Fue así hasta 1751, año en que pasó a ser de administración civil.

Vista de Timisoara. Al fondo, la catedral

Vista de Timisoara. Al fondo, la catedral. Foto de FabGuy (WikiMedia Commons)

Traducimos la carta a partir del original francés:

«Otra carta acerca de los Retornados.

Para no omitir nada que sirva para arrojar luz sobre este asunto incluiré la carta que escribió a un pariente un hombre muy honesto e instruido acerca de los retornados.

<<Deseáis, querido primo, informaros como es debido de lo que pasa en Hungría respecto de ciertos retornados que matan a las gentes de aquel país. Puedo hablaros de ello con conocimiento, ya que he vivido muchos años en aquellos lugares, y soy curioso por naturaleza. Había oído contar a lo largo de mi vida una infinidad de historias, o que pretenden serlo, sobre espíritus y sortilegios; pero de mil sólo he hecho caso de una sola, ya que no se puede ser demasiado circunspecto en estos asuntos sin caer en el riesgo de ser exceivamente crédulo. No obstante hay ciertos hechos tan bien comprobados que no hay excusa para no creer en ellos. En cuanto a los retornados de Hungría, las cosas suceden de la siguiente manera. Una persona se ve atacada de languidez, pierde el apetito, adelgaza a ojos vista, y al cabo de ocho o diez días, a veces quince, muere sin fiebre ni ningún otro síntoma que no sea la delgadez y la desecación.

Se dice en aquel país que eso se debe a que un retornado se ha apegado a esa persona y que le chupa la sangre. La mayoría de los que son atacados por esta enfermedad creen ver un espectro blanco, que les sigue a todas partes como la sombra al cuerpo. Cuando estuvimos acuartelados en el país de los valacos en el Banato de Teswar, dos caballeros de la Compañía de la que yo era portaestandarte murieron de esta enfermedad, y muchos otros que fueron atacados habrían muerto igualmente de no ser porque un Cabo de nuestra Compañía consiguió detener la enfermedad, ejecutando el remedio que las gentes del país emplean para estos casos. Es de lo más particular y, pese a su infabilidad, nunca lo he leído en ningún ritual. Helo aquí.

Se toma a un muchacho con edad tal que no haya hecho uso de su cuerpo, es decir, que sea virgen. Se le hace montar a pelo sobre un caballo entero que nunca haya desfallecido, y totalmente negro; se le hace pasear por el cementerio y pasar sobre todas las fosas. Aquella sobre la que el animal rehúya pasar, ni aunque se le golpee, contiene un vampiro según dicen; se abre esta fosa, y se encuentra allí el cadáver tan grueso y hermoso, que parece un hombre durmiendo tranquilo y feliz. Al golpearle con una azada sale sangre más bien hermosa y bermeja, y en cantidad. Uno juraría que se ha degollado a un hombre sano y vivo. Hecho esto, se rellena de tierra la fosa, y dicen que la enfermedad cesa, y que todos los que han sido atacados recuperan sus fuerzas poco a poco, como gentes que escapan de una larga enfermedad y que han estado extenuados desde hace mucho tiempo. Eso fue lo que atacó y lo que le ocurrió a nuestros caballeros. Debido a la ausencia de mi Capitán y de mi Teniente, yo era entonces el Comandante de la Compañía; Me enfadé mucho con este Cabo que realizó esta experiencia sin contar conmigo. A duras penas me contuve de regalarle con una buena somanta de bastonazos, mercancía que se paga a buen precio en las tropas del Emperador. Hubiera deseado sobre todas las cosas estar presente durante aquella operación; pero en fin, de nada sirve lamentarse.>>

Un pariente de este mismo Oficial me escribió el 17 de Octubre de 1746 que su hermano que había servido durante 20 años en Hungría, y azuzado por una gran curiosidad indagó lo que se dice allí sobre los retornados, reconocía que los pueblos de aquel país son más crédulos y supersticiosos que los otros pueblos y que atribuyen las enfermedades a sortilegios. Cuando sospechan que una persona muerta es responsable de estas molestias, se lo comunican al Magistrado, el cual según algunos testimonios, manda exhumar al muerto, que se le corte la cabeza con una azada, y si sale alguna gota de sangre concluyen que es la sangre que le ha chupado a la persona enferma. Pero el que me escribe parece que está lejos de dar crédito a lo que se piensa en ese país.»

Curiosamente Timişoara tiene también cierta relación con el vampirismo desde el punto de vista literario. Y es que en 1885, se publicó Transylvanian Superstitions, un estudio sobre el folclore transilvano dirigido al público inglés, escrito por Emily Gerard (1849-1905), esposa de un oficial de la caballería húngara apellidado Laszowska, que vivió un tiempo en Timişoara, familiarizándose con las tradiciones locales. Al año siguiente publicó The Land Beyond the Forest: Facts, Figures, and Fancies from Transilvania. Ambas obras incluían una palabra que sonaba por primera vez en inglés: "nosferatu", y que con toda probabilidad se trata de una transcripción errónea de algún vocablo local. Es bien conocida la influencia de estas obras en el autor de la novela de vampiros más famosa de todos los tiempos. Hablamos, nada más y nada menos, que de Bram Stoker y de su Drácula.

© 2008. Del texto y traducciones,Javier Arries

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