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El Festival de los muertos

Una puerta abierta entre la vida y la muerte

SANTOS Y DIFUNTOS

Todas las culturas dedican un tiempo y un espacio a sus antepasados, a aquellos que les precedieron en la vida y abandonaron este mundo. El occidente cristiano no es una excepción. En realidad el calendario cristiano actual contempla dos festividades que a menudo se confunden. Entre los católicos el 1 de Noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, mientras que la Iglesia Ortodoxa celebra esta festividad el primer domingo después de Pentecostés, en primavera. La fiesta del 1 de noviembre no conmemora en realidad a todos los muertos, sino tan sólo a los santos que no tienen una festividad propia en el calendario litúrgico, a los santos no canonizados, y en general a todos los que ya participan del estado beatífico. Es líicito rezarles a todos ellos como intermediarios con la divinidad. La tradición posiblemente proceda de la costumbre de la iglesia primitiva de dedicar un día a la conmemoración de todos los mártires, que en el siglo IV eran tantos, debido a las persecuciones durante el gobierno de Diocleciano, que no se les podía dedicar un día a cada uno.

Panteón de Agripa

El Panteón de Agripa, el primer templo pagano reconvertido en templo cristiano inaugurando la celebración de Todos los Santos. Imagen cedida por su autor, Adam Carr, al dominio público.

El 13 de mayo del año 609, o quizá del 610, Bonifacio IV consiguió el permiso del emperador Focas para consagrar el edificio del Panteón de Agripa a la Virgen y a Todos los Santos. El panteón fue el primer templo pagano que fue reconvertido en templo cristiano. Bajo el ara, quiere la leyenda, se guardaron los restos de 28 mártires que hasta entonces reposaban en las catacumbas. Así comenzó la celebración de Todos los Santos en la ciudad de Roma. Cada comunidad escogería un día o días similares que podían recaer en fechas diferentes. En el año 741 Gregorio III consagró en la Basílica de Roma una capilla a todos los Santos y movió la festividad romana de Todos los Santos al 1 de noviembre. Por fin, en el año 840, Gregorio IV estableció la festividad de modo oficial para toda la cristiandad, no sólo para la ciudad de Roma.

San Bonifacio IV

San Bonifacio IV

San Gregorio III

San Gregorio III

San Gregorio IV

San Gregorio IV

Esta es la historia reciente del día de Todos los Santos, del 1 de noviembre. Sin embargo, el día 2 de noviembre se celebra otra fiesta distinta, la Conmemoración de los Fieles Difuntos, que popularmente es denominada como Día de Muertos, Día de las Ánimas, ó Día de los Fieles Difuntos. Los Fieles Difuntos son aquellos que aún no han obtenido la santidad y permanecen purificándose en el Purgatorio. En esta fiesta no se reza para que los difuntos intercedan por los vivos, sino que se reza por ellos, por su salvación, y por extensión, por todos los muertos. La creencia es que las almas condenadas al infierno no necesitan oración, pues su castigo es irreversible. Como no puede saberse si un alma está condenada, si está salvada o debe permencecer un tiempo en el purgatorio, es costumbre rezar y pedir por todos. El origen de esta Conmemoración, mucho más reciente que la festividad del 1 de noviembre, hay que buscarla en el año 980, en el monasterio de Cluny, en el Sur de Francia, donde su abad, San Odilón u Odilo la estableció dentro de la comunidad de monjes de la abadía. Desde allí se popularizó a otras congregaciones, como las de benedictinos y cartujos. Por el año 1000 la Diócesis de Lieja la adoptó como fiesta, y en Milán no fue adoptada como tal hasta el siglo XII, pero pronto acabó siendo aceptada en el calendario. Roma la adoptó en el siglo XIV.

The Day of the Dead (1859), de William-Adolphe Bouguereau

The Day of the Dead (1859), de William-Adolphe Bouguereau.

En las iglesias de oriente sin embargo hay varios días dedicados a la oración por los difuntos, y que suelen celebrarse en primavera. La mayoría de las mismas caen en sábado y tienen lugar en el tiempo de la Cuaresma, la Pascua. La Iglesia Ortodoxa y los católicos orientales lo celebran, siguiendo la costumbre primitiva, el primer domingo después de Pentecostés, en el llamado Domingo de Todos los Santos (Αγίων Πάντων, Agiōn Pantōn); el domingo siguiente cada iglesia, cada territorio, lo dedica a los santos locales, y aún se deja el domingo siguiente para algún colectivo específico de santos, como los santos de una ciudad. La Iglesia Serbia celebra su Día de los Difuntos el sábado siguiente a la festividad de la Concepción de San Juan Bautista, que tiene lugar el 23 de septiembre. En cuanto a las iglesias protestantes, Lutero abolió la fiesta de difuntos en Sajonia, pero pese a dichas prohibiciones, y aún cuando los evangelistas y otros no tienen una fiesta análoga, muchos protestantes han seguido celebrándola.

En la mayoría de los países europeos occidentales de población católica es tradicional adornar las tumbas con flores. En los países del norte y del este suelen dejarse velas encendidas. También es costumbre general visitar las tumbas de los familiares y limpiar las lápidas.

Todos los Santos, pintura de Fra Angelico

Todos los Santos, pintura de Fra Angelico (s. XV).

Este es el entorno religioso en el que se celebran mayoritariamente las festividades en honor de los difuntos. Es el momento ahora de mirar más atrás, de ahondar en el pasado, para descubrir que en realidad se trata de una conmemoración universal, diferentes manifestaciones de una tradición milenaria que hunde sus raíces en el tiempo, la historia y el imaginario colectivo de las diferentes culturas y pueblos del viejo continente, aunque pueden rastrearse igualmente en otros muchos lugares del planeta.

FIESTAS DE DIFUNTOS EN LA ANTIGUA ROMA

Lápida cristiana con la inscripción D M (Di Manes)

En las lápidas romanas era habitual inscribir las letras D M, siglas de Di Manes, Dioses Manes, en conmemoración de los Manes o espíritus de los antepasados. La costumbre perduró durante mucho tiempo como muestra esta lápida funeraria cristiana del siglo II de Licinia AmiasI (Termas de Diocleciano, Museo Nacional Romano).

Viajamos hasta la Roma pagana, donde se dedicaba la fiesta de Feralia al culto de los manes, a los antepasados y de la diosa Tácita, diosa del silencio. Tácita, era una náyade, una ninfa de las aguas, llamada Lara o Lala, "habladora", tan hermosa como lenguaraz. No se le podía confiar ningún secreto, defecto que en vano intentaron corregir sus padres. Enamorada Júpiter de su hermana Juturna, Lara le confesó a Juno, esposa de Júpiter, sus planes para conquistar a Juturna. Como castigo Júpiter le arrancó la lengua y la convirtió en Dea Muta (diosa muda), y encargó a Mercurio que la encerrara en el Hades y la enviara con los "silenciosos", los difuntos. Aprovechando que estaba muda Mercurio la violó cuando la llevaba de camino a los infiernos, y la diosa dio a luz a dos gemelos, los lares.

La fiesta de Feralia tenía lugar el 21 de febrero, y era la culminación, el último día de un festival en honor a los muertos que duraba una semana, las Parentalia. Estaban dedicadas también a Júpiter Feretrius, sobrenombre que se le daba al dios como patrono de contratos y matrimonios. El día siguiente, el 22 de febrero, era la fiesta de las Caristias, dedicada a los difuntos de la familia, durante las cuales se les se ofrendaban alimentos.

El escritor latino Ovidio nos dejó una descripción, en sus Fastos, de como se celebraban estas fiestas y se rendía culto a los Manes. Recomendaba Ovidio que se llevaran pequeñas ofrendas a las piras funerarias, como por ejemplo alguna teja o tiesto ornado con coronas colgantes sobre la que ha de esparcirse avena, un poco de sal, y trigo macerado en vino y violetas. Estas ofrendas, acompañadas de las preces y oraciones del oferente, se dejaban en los caminos. Recalca el poeta latino que lo importante es el amor con que se haga más que la opulencia de la ofrenda. Según Ovidio esta costumbre la trajo Eneas, y añade que hubo un tiempo en Roma en que se olvidó esta ceremonia, hecho que no quedó sin castigo y trajo funestas consecuencias: Las muertes se multiplicaron en la ciudad y los antepasados salieron de sus tumbas en una tétrica turba para exigir su tributo. Después de aquellos extraños sucesos las fiestas fueron restablecidas, y durante ellas, y hasta final del mes, vagan las sombras de los difuntos para alimentarse de las ofrendas.

Ovidio

Publio Ovidio Nasón.

Hades junto al cancerbero

El dios del submundo, Hades, junto a Kerberos. De Meyers Konversationslexikon (1888).

Según Ovidio, durante las festividades las solteras no se arreglaban el pelo; las estatuas de los dioses se ocultaban tras los templos y no se sacaban a la calle; en los altares no se quemaba incienso. Pero advierte también que era tiempo adecuado para conjuros, y así nos describe a cierta hechicera llamada Lo, que para cerrar la boca de sus enemigos, rodeada de otras más jóvenes, coloca con tres dedos tres granos de incienso en el dintel de la puerta, y ata después una tablilla de plomo a un trompo hechizado mientras remueve en la boca siete habas negras, y arroja al fuego la cabeza de un pequeño pez cuya boca ha cosido previamente con una aguja de cobre. Por último la hechicera vierte vino en el fuego sobre el pez, sin olvidar escanciar buena parte en su garganta seca, segura de que el funesto rito acallará las lenguas maledicentes.

Pero las Feralia no eran las únicas fiestas en Roma dedicadas a los habitantes del Hades. El 9, el 11 y el 13 de mayo, según el calendario juliano, se celebraban las Lemuralia ó Lemuria, en las que los habitantes de la ciudad expulsaban mediante ritos de exorcismo a los lemures ó larvas (larvae), las sombras maléficas de los difuntos que no reposaban en paz que contrastan con los benéficos espíritus de los lares y manes, los antepasados que velaban por la familia y el clan honrados en las Feralia. Para expulsar del hogar a esa oscura grey de espectros y sombras el padre de familia camina descalzo en la medianoche de las Lemuria alrededor de la casa. En nueve ocasiones arroja habas negras sobre su hombro mientras impreca en voz alta: “Con estas habas me redimo a mí y a los míos”. Los de la casa contestan haciendo ruido con los utensilios de la cocina mientras gritan: “Los fantasmas de mis padres y de mis ancestros se han ido”. Todo el mes de mayo se consideraba de mal agüero y nadie se casaba en aquellas fechas del calendario. Habas para arrojar a las sombras hambrientas del Hades, habas en la boca de la hechicera… A uno le viene a la mente inmediatamente el precepto pitagórico de no comer las semillas de esta legumbre; y es que las habas son el recipiente donde, en la creencia popular, quedaban atrapadas las sombras.

Recordemos que Bonifacio IV consagró el templo pagano del Panteón de Agripa a la Virgen y a Todos los Santos, un 13 de mayo del año 609 o del 610, justo cuando culminaba el festival de las Lemuralia. Muchos historiadores creen que el Pontífice eligió esta fecha para cristianizar esta fiesta pagana. Sea como fuere con el tiempo los antiguos ritos de purificación de la casa fueron cayendo en el olvido. Sin embargo, pese a que las Lemuralia fueron abandonadas, había otra celebración dedicada a los muertos y a los espíritus en general que permanecía tenazmente arraigada en buena parte de Europa, especialmente en las zonas rurales, la celebración del año nuevo celta, el festival de samhain.

EL AÑO NUEVO CELTA

Al norte de Roma, en la Europa celta, el calendario anual se dividía en dos estaciones. La estación oscura o invernal, que se iniciaba con el fin de la cosecha; y la estación luminosa o de verano. Algunos investigadores, como Frazer, creen sin embargo que esta división bipartita del año entre los celtas se basa fundamentalmente en la ganadería, que habría sido originalmente el medio de subsistencia mayoritario entre ellos, mientras que la agricultura y los hitos solares, como los solsticios y equinoccios habrían sido heredados de los pobladores que les antecedieron. Así, el final del ciclo veraniego y el comienzo del nuevo año sería el momento de enviar las reses a sus establos desde las tierras de pastos en las que permanecían durante el verano.

La Europa celta

La Europa celta. La región amarilla indica el núcleo originario de la cultura celta de Hallstatt. Imagen bajo licencia GNU

Las seis naciones celtas

las autoproclamadas seis naciones celtas, en cuyos territorios aún se hablan lenguas célticas:

  • Verde: Irlanda
  • Azul: Escocia
  • Rojo: Isla de Man
  • Amarillo: Gales
  • Naranja: Cornualles
  • Morado: Bretaña francesa

Imagen bajo licencia GNU.

Era el momento de hacer un recuento del ganado y de la cosecha obtenida, y de decidir que reses serían sacrificadas para sobrevivir al invierno, costumbre perpetuada en las típicas matanzas en torno al día de San Martín, el 11 de noviembre. La estación oscura comenzaba un día de luna llena entre medias del equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, es decir aproximadamente entre finales de octubre y principios de noviembre. Daba comienzo así el año nuevo celta, un período en el que el Sol y la Luz estaban en receso primero para ir aumentando su fuerza después. Los días de paso entre la estación luminosa y la estación de la oscuridad eran contemplados como la puerta que abría el nuevo año en un ciclo eterno de muerte y vida; pero ello significaba a su vez la apertura temporal de la puerta que comunicaba el mundo de los vivos con el de los espíritus. En este período los espíritus de los difuntos visitan a los vivos, pero también se pasean en la oscuridad todo tipo de seres relacionados con el más allá, brujas, duendes, seres féericos, etc. La gente evitaba por ello pasar esa noche por cementerios, lugares solitarios y cruces de caminos, donde tradicionalmente suelen reunirse los seres del otro mundo. Hay quien cree que la costumbre de disfrazarse nace precisamente de la necesidad de pasar desapercibidos entre la turba de espectros que rondan durante la noche.

Los meses celtas comenzaban con la luna llena; y el mes que daba comienzo al año con la primera luna llena recibía entre los galos el nombre de samonios (así aparece en el famoso calendario galo de Coligny, donde el festival de tres noches es mencionado como Trinouxtion Samonii), y el de samhain en Gran Bretaña e Irlanda, donde esta palabra aún permanece en el idioma gaélico irlandés para designar el mes de noviembre, así como en el gaélico escocés (samhuinn); y, contraído, en el de la Isla de Man: sauin. El significado de la misma parece ser el de “fin del verano”, siendo la raíz sam la misma que encontramos en el actual summer, verano. La noche de samhain aún es denominada así, literalmente, en irlandés: Oíche Shamhna y en el gaélico escocés: Oidhche Shamhna. En la Isla de Man la denominan Oie Houney, término que deriva de Shogh ta’n Oie, “ésta es la noche”. Es indudable que la importancia de esta fecha era capital.

Fragmento del calendario de Coligny donde se muestra la inscripción dedicada a samonios

Fragmento del Calendario galo de Coligny donde se muestra la inscripción referente a Mid Samonios. Foto de NantonosAedui bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 2.5.

En las lenguas celtas del tronco britónico, sin embargo, a este tiempo sagrado se le denomina como el primer día de invierno en lugar de como el fin del verano. Así en galés (no confundir con gaélico), el idioma del País de Gales, a este primer día del invierno se le denomina Calan Gaeaf. Calan significa Año Nuevo, y Gaeaf, invierno. La víspera, es el Nos Galan Gaeaf. Para los bretones es el Kala-Goañven; y en Cornualles, el Kalann Gwav ó Calan Gwaf. No obstante el significado simbólico de paso de la luz a la oscuridad es el mismo y sus tradiciones similares.

El mes de samhain, samain ó samonios, tanto en las islas como en el continente, comenzaba con un festival de tres días que llevaba el mismo nombre que el mes. En las islas es probable que fuera la tercera noche la que coincidiera con la luna llena, y por lo tanto con la entrada del año nuevo. Esta tercera noche con la que culmina el festival se consideraba un tiempo de comunión con los espíritus, noche en la que eran libres de andar por la tierra. Los antepasados visitan los hogares en los que un día vivieron y se comparte la comida con ellos. En algunos casos se les prepara una comida especial, que a menudo suele ser alguna forma de pastel ó torta. En el norte de Inglaterra se les dejaba un vaso de vino sobre la mesa para saciar su sed, y una vela en cada habitación para que encontraran el camino de regreso al que fue su hogar en vida.

A veces los difuntos son contemplados como una masa hambrienta a la que hay que dedicar parte de la comida. En Bretaña se trata del boued un Anaon, "alimentos para las huestes de difuntos". La palabra Anaon que designa a los famélicos ejércitos de espectros que vagabundean en la oscuridad parece entroncar con el vocablo galés Annwn que designa al otro mundo. Si un vivo comía los alimentos dedicados a los difuntos corría el riesgo de afrontar un terrible destino, el de convertirse tras su muerte en uno de estos fantasmas errantes, imposibilitado, sin embargo, de participar en el banquete que se les ofrecía por parte de los vivos. Destierro y hambre eterna para el transgresor; sin duda un temible castigo.

Sin embargo, en otra variante del banquete mortuorio, el alimento de los muertos sirve para alimentar a los vivos necesitados, a los pobres que esa noche, representando a las hordas de difuntos hambrientos, piden de comer de puerta en puerta. Así ocurre con el cennad y meirw (“embajada de difuntos”), que en el País de Gales designa a los pobres que piden su ración, tenidos como portavoces y representación de los difuntos. No atender a las necesidades de estos menesterosos embajadores es un sacrilegio que a menudo trae consecuencias terribles para la casa que les niega su ración. Con la cristianización esta costumbre derivó en el llamado “souling”, por el que la víspera del 2 de noviembre, y a cambio de oraciones por los difuntos de la casa, los pobres recibían alimentos, generalmente unos pasteles llamados soul cakes (pasteles de almas); una práctica que no sólo se atestigua en Irlanda ó en Inglaterra, y que se puede rastrear incluso en el sur de Italia. Es probable que este tipo de tradiciones esté en la raíz del famoso “truco o trato” con el que los niños piden dulces en el Halloween actual.

Buena parte de lo que sabemos sobre la festividad, además de por los atisbos que proporciona el folclore en todo el continente, se lo debemos a los textos irlandeses y por lo tanto corresponden a la tradición de esta isla, pero que parece que pueden extrapolarse, con prudencia y en cierta medida, a las islas vecinas y al resto del continente. Dado su carácter de puerta sobrenatural muchas aventuras de los héroes mitológicos irlandeses comienzan precisamente en la mágica noche de samhain. Este es el caso, por ejemplo, del relato conocido como Echtra Nerai (La Aventura de Nera, que puede leerse en inglés aquí), y que forma parte del llamado Ciclo del Ulster ó Ciclo de la Rama Roja, colección de textos que narra los hechos de los habitantes de la región irlandesa del Ulster. La narración da comienzo de este modo (traducción propia a partir de la versión inglesa de Liz Gabay): “Ailill y Medb estaban en el Rath Crúachu, junto a sus familias, en la víspera del Samain. Y empezaron a hervir sus alimentos. Habían colgado a dos prisioneros la noche anterior. Al cabo de un rato dijo Ailill: Quien ose atar un lazo de esparto alrededor de la pierna de uno de los presos ahorcados obtendrá de mi la recompensa que desee." En aquella noche los difuntos caminan sobre la tierra de modo que nadie quería aceptar el reto del rey Ailill; salvo un guerrero, Nera, que no sólo cumplió la misión sino que transportó al muerto sobre sus espaldas cuando este le pidió que le llevara a algún sitio donde beber agua y aplacar la horrible sed que le había dejado la muerte. También es una noche de samhain cuando Aillen, una criatura del Mag Mell, el submundo, hechiza y duerme con su música a las gentes de Tara, la provincia central de Irlanda, mientras incendia todo con su aliento de fuego. Este personaje del más allá aparece en el cuento Macgnímartha Finn (Los Hechos de la Infancia de Fionn).

Otro texto del ciclo del Ulster es el Cath Maige Tuired (La Segunda Batalla de Mag Tuired). En él se cuenta una de las hazañas del Dagda, que significa “el dios bueno”. Sabio y hábil en las artes mágicas, Dagda poseía una maza que ocasionaba la muerte por un extremo y devolvía la vida por otro. En el relato el dios bueno sale con bien de una treta que sus enemigos le preparan durante el banquete de samhain. Le obligan a comer, bajo amenaza de muerte si no cumple, una enorme cantidad de comida que él consigue ingerir sirviéndose de una cuchara tan grande que un hombre y una mujer podían encontrarse dentro de ella. Encontrarse es aquí un eufemismo de relaciones sexuales. Una semana antes de samhain el Dagda había tenido precisamente un encuentro amoroso con Morrigan, diosa de la guerra y de la muerte. Estas alusiones sexuales quizá sean el recuerdo de algún ritual orgiástico que podría haber sido parte de las celebraciones. Luz y oscuridad, masculino y femenino, vida y muerte... El samhain es la puerta que comunica y marca el paso, la transición entre los opuestos, el gozne de la alternancia de los ciclos de la naturaleza visible e invisible.

Fragmento del calendario de Coligny donde se muestra la inscripción dedicada a samonios

Vista aérea del llamado gigante de Cerne Abbas, en el condado de Dorset, Inglaterra, identificado a menudo con el Dagda. Foto de Richardzinho bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0.

Curiosamente, y haciendo un inciso, en un manuscrito del siglo IX que consiste en una traducción del bíblico libro de Isaías donde se menciona a Lilith, la antigua divinidad semita que tantas veces ha sido asociada al vampirismo, el autor añadió una glosa en la que explicaba que este nombre correspondía a un ser monstruoso con forma de mujer, una morrigan. Y es que, en perfecta consonancia con el carácter de esta festividad, el nombre de la diosa de la guerra y de la muerte, amante del Dagda, significa “reina espectral”, un nombre por cierto que, además de ser reconocible en la palabra morrigna, plural de espectros, reaparecerá más tarde en el nombre de la fata Morgana, el Hada Morgana de la literatura artúrica. Muy probablemente durante el Samhain, y ésto es sólo una conjetura nuestra, ambas divinidades, el Dagda, con su maza dadora de vida y muerte, fácilmente identificables con las dos mitades del año, y Morrigan, Morrigu, Carrigan, señora espectral de la muerte, serían conmemorados y celebrados de diferentes formas.

Algunos autores neopaganos sugieren que en el sudoeste de la Bretaña francesa también pervive el recuerdo del festival en la cocción del kornik ó kornigou, un pastel elaborado con frutas y especias en forma triangular. Su nombre y forma parece aludir a los cuernos, lo cual conmemoraría, según menciona Alexei Kondratiev en su The Apple Branch, el regreso del antiguo dios astado, Kernunnos, el dios de la caza y de los bosques al submundo (artículo de A. Kondratiev, en inglés). La interpretación oficial del kornigou, sin embargo, es que aluden al peinado o a la mitra de San Corentin, primer obispo de Quimper.

LOS RITOS DEL AÑO NUEVO

Según James G. Frazer, el autor de La Rama Dorada, el festival de samhain se integra dentro de un ciclo de festividades pirofóricas, ígneas, cuyo significado gira en torno al fuego. Así, en Escocia, niños y jóvenes compiten por ver quien hace esa noche las hogueras más altas. En algunos casos se hace girar ruedas ardiendo dejándolas rodar por las colinas, lo que podría simbolizar al Sol en su “caída” invernal y su eterno viaje celeste. La isla de Man fue hasta hace poco un lugar donde, debido a su aislamiento, perduraron más y con gran pureza las tradiciones celtas lejos de interferencias sajonas. Hasta no hace mucho alllí la noche del samhain aún era la noche del año nuevo y sus habitantes se disfrazaban cantando una copla que empezaba así: “Esta es la noche de Año Nuevo, Hogunnaa”, se encendían hogueras y se saltaba sobre ellas. A. W. Moore en su Manx Ballads nos proporciona la canción completa. El comienzo de esta suerte de villancico del día de difuntos, en el gaelo de Man es “Shoh shenn oie Houiney; Hop-tu-naa”. Hop-tu-naa, el Hogunnaa de Frazer, es el nombre que le dan en la isla al festival.

Cementerio de Balquhidder

Cementerio de Balquhidder, en Escocia. Detrás de la iglesia estaba la Tom nan Angeae (colina de fuego), donde todavía hasta el siglo XIX se encendían las hogueras del samhuinn. Foto de Benleto bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0

Una de las características de las celebraciones de año nuevo es precisamente la renovación del fuego del hogar, e incluso del fuego de toda la comunidad. Y así, en Irlanda, según narra el texto medieval Suidigud Tellaig Temra (El Asentamiento de la Casa de Tara), se apagaban los fuegos mientras que en la corte de Tara, donde se celebraba una asamblea de tres días para la que se consideraba la fiesta más importante del año, se procedía a encender el fuego nuevo bajo cuya luz se encenderían todos los demás fuegos de la isla hasta el siguiente año. Así este fuego nuevo, que se encendía en la colina de Tlachtga y que servía de faro para toda Irlanda, traería protección y prosperidad durante los doce meses siguientes. El fuego muere, y el fuego resucita, del mismo modo que el año viejo muere y se renueva, como la vida sobre la propia Tierra, aletargada durante el invierno para rebrotar con fuerza renovada en la estación de verano.

Fuegos semejantes se atestiguan en Escocia. En la aldea de Fortingall, en Perthshire, todavía hasta 1925, se realizaba el festival en el llamado Carn na Marbh, "Montículo de los Muertos", donde se hacía un fuego del samhain, un "samhnag", alrededor del cual bailaba toda la comunidad tomados de las manos en círculos tanto dextrógiros como levógiros. Cuando el fuego amainaba los jóvenes tomaban ramas ardiendo y corrían con ellas por el campo arrojándolas al aire y bailando encima. Cuando la hoguera comenzaba a apagarse definitivamente saltaban sobre ella compitiendo por sacar chispas y rescoldos. Después regresaban a sus casas.

Tejo milenario en el cementerio de Fortingall

Cementerio de Fortingall, en Escocia, famoso por su tejo milenario, uno de los más antiguos árboles vivos de Europa. El tejo e un árbol asociado a la muerte en la mitología celta. Hasta 1925 todavía se hacía una hoguera del samhain en el llamado Carn na Marbh o Montículo de los Muertos. Foto de Caro's Lines bajo licencia Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0.

Otro elemento común a los rituales que celebran el año nuevo en muchas culturas son los ritos adivinatorios en los que se procede a hacer presagios acerca del futuro y el año entrante. Y la fiesta de samhain, no carece de estos ritos, una prueba más de que el samhain iniciaba un nuevo periodo anual. Frazer describe como en Escocia "… El último día de otoño, la chiquillería reunía helechos, barriles de alquitrán, los tallos largos y delgados del llamado gainisg y todas las demás cosas a propósito para una hoguera, las amontonaban sobre alguna elevación del terreno cerca de la casa y al anochecido les prendían fuego. Estos fuegos se llamaban Samhnagan. Había uno por cada casa y existía una competencia por conseguir el más grande. Distritos enteros se iluminaban con las hogueras, y sus resplandores reverberando en un lago montañés desde muchas alturas formaban una escena magníficamente pintoresca" (La Rama Dorada, Fondo de Cultura Económico). Una vez extinguidas amontonaban las cenizas en un círculo y cada miembro de la familia ponía una piedra en el montón. Si al día siguiente la piedra no estaba o amanecía rota se daba por seguro que la persona a la que representaba estaba fey, hechizada, y había sido elegida. No vería entrar el año siguiente pues moriría en el transcurso de los doce meses siguientes.

Comenta asimismo Frazer como las hogueras de samhain también eran típicas en el norte de Gales. Las denominaban Coel Goeth ó Coelcerth, y cada familia encendía la suya en alguna loma cerca de la casa. Cuando le quedaba poco para consumirse cada miembro tomaba una piedra blanca y la señalaba o la marcaba con su nombre, tirándola a las cenizas. Después rezaban en torno a la hoguera que se apagaba y se iban a dormir. Por la mañana salían a buscar su piedra. Si alguno no encontraba la suya era augurio de que moriría en el nuevo año. También en Gales era costumbre esperar a la última chispa. Cuando ésta salía los hombres huían corriendo mientras gritaban "que la cerda negra y rabona coja al zaguero". Frazer era del mismo parecer que Sir John Rhys, quien afirmaba que esta costumbre era el residuo de un antiguo rito sacrificial en el que alguno de los presentes moría realmente. La “cerda negra y rabona”, el Yr Hwch Ddu Gwta, es una especie de duende que toma la forma de una cerda negra y recorre el país acompañado de una mujer sin cabeza. Con ella se atemorizaba a los chicos para que regresaran pronto a sus casas. Otros temidos espectros de esta fiesta son el Ysbrydnos, el “espíritu de la noche”, y cierta “dama blanca” que a veces se aparece a los incautos que se aventuran en la oscuridad y los parajes solitarios.

En el continente, en la Baja Bretaña, son agujas lo que se echa a las cenizas del fuego. Todo parece indicar que en el rito primitivo de samhain se arrojaban piedras u objetos marcados a la hoguera con el fin de adivinar el futuro para el año entrante de los que participaban en el festival. Quizá sea una pervivencia de esta tradición la costumbre de arrojar a la hoguera los huesos de las reses sacrificadas, razón por la que en algunos lugares a estas hogueras se las denomina bonefires (fuegos de huesos), tina cnámh en gaélico. También era habitual una suerte de ornitomancia en la que se obtenían presagios por el número de aves, generalmente cuervos, o la dirección que tomaban en su vuelo.

Por supuesto no todos los ritos de adivinación asociados a esta noche son funestos. Muchos jóvenes realizaban, y aún puede atestiguarse en algunas zonas rurales, ritos para saber quién sería su marido o cuántos niños tendrían. Por ejemplo, en algunos lugares es costumbre que el demandante pele una manzana para arrojar inmediatamente después la cáscara sobre su hombro con el fin de tratar de vislumbrar en su forma la inicial del nombre de su futuro cónyuge. Es ésta una costumbre exportada a algunas zonas rurales de los Estados Unidos en las que aún se practica.

La manzana (aval en bretón, afal en galés) es una fruta típica en esta época del año, no sólo porque es un fruto corriente y accesible, sino porque se la asocia al otro mundo. En la tradición irlandesa los muertos se reúnen en una fiesta a la que llaman Eamhain Abhlach, el paraíso de las manzanas. En el país de Gales se da el nombre de Afallon, la mítica Avalón, a la isla de las manzanas de las leyendas artúricas. Las manzanas son también las protagonistas del festival de Allantide en Cornualles, que se celebra el 31 de octubre. Su nombre al parecer se debe a San Allen, un santo local; pero las raíces de la celebración parecen coincidir con las de la festividad del año nuevo celta. Pues bien, durante este festival de las manzanas era habitual que las solteras pusieran una bajo su almohada para soñar con el rostro de su futuro marido.

Postal de Halloween, 1904

Postal de Halloween de 1904 en el que se muestra a una muchacha realizando el ritual del espejo para ver el rostro de su futruo marido. Imagen de dominio público.

La Mort d'Arthur, de James Archer

La Mort d'Arthur, de James Archer, muestra el cuerpo de Arturo llevado a Avalon, la Isla de las Manzanas por Fata Morgana y sus hermanas. Imagen de dominio público.

Volvamos a los ritos adivinatorios que se realizan en esta noche. En el siglo XIX era habitual que las mujeres jóvenes permanecieran delante de un espejo en una habitación oscura. Si se iban a casar atisbarían el rostro de su futuro marido; si por el contrario veían una calavera, morirían ese año. Para saber el número de hijos que se tendrían en algunos lugares se echaba la clara de un huevo en un vaso de agua y se determinaba el número de la prole por la forma que adquiría esta en el líquido. Algunos se realizan con el fin de averiguar el futuro de la pareja. En las Islas Hébridas Exteriores se arrojan al fuego un par de frutos secos, a menudo nueces, representando a los dos miembros de la pareja. El futuro de la misma se determina según los frutos queden juntos en el fuego o se separan porque el fuego las hace saltar.

Un juego muy popular en Irlanda, el Puicíní, consistía en vendar los ojos a la persona que quería conocer su futuro y sentarla sobre una mesa sobre la que se habían colocado previamente una serie de platos conteniendo cada uno un objeto. Los platos eran colocados al azar y la persona vendada debía tocar uno. Según el objeto que contuviera se le vaticinaba un futuro u otro. Si contenía tierra el sujeto moriría durante el año entrante; si tenía agua, iba a emigrar; las cuentas de un rosario indicaban que sería un hombre o mujer de iglesia; un anillo presagiaba matrimonio; una moneda vaticinaba riqueza, mientras que un haba era augurio de pobreza; etc. Todavía hoy en Irlanda es costumbre comprar o cocinar un barmbrack ó báirín breac, un dulce que esconde en su interior un anillo, una moneda y otros objetos. El pastel se come en familia, y al que le toque un objeto se le vaticina en consecuencia. La moneda presagia riquezas; el anillo vaticina amor; un guisante, que no se casará ese año; un bastón, un matrimonio desgraciado; un trozo de tela, infortunio y pobreza; etc. En los pasteles que se venden en los comercios es costumbre dejar sólo el anillo; los comerciantes no se arriesgan a proporcionar malos augurios. Todo ello nos recuerda muy de cerca al roscón de reyes navideño.

Barmbrack

Barmbrack, pastel típico de Halloween en el que solían incluirse diferentes objetos. El tipo de objeto vaticinaba un augurio concreto al que lo encontrara. Foto de Fordmadoxfraud  bajo licencia GNU

Es muy probable que bardos y druidas también utilizaran esta noche para tener sueños proféticos y realizar rituales de adivinación y videncia. Para adquirir el don profético los muchachos galeses recogen diez hojas de hiedra, que además permite ver a las brujas, y cuando se van a acostar esa noche las ponen bajo su almohada. Las chicas deben hacer lo mismo pero con una rosa silvestre que haya crecido dentro de un aro alrededor del cual se haya trenzado tres veces y que deben haber cortado ellas mismas sin pronunciar palabra.

Otros ritos asociados a los ceremoniales de año nuevo son el de purificación. Y samhain no carece de ellos. Se realizan todo tipo de ceremonias para purificar la casa, a sus habitantes, y al ganado; así como para evitar los males de brujas y espíritus dañinos, que esa noche campan a sus anchas. En muchos distritos escoceses los muchachos iban de casa en casa pidiendo turba “para quemar a las brujas”. Después, cuando tenían bastante, añadían paja, madera, retamas, etc. y hacían una hoguera sobre la que competían, uno tras otro, por ver quién yacía lo más cerca posible de la hoguera sin quemarse. Mientras uno permanecía tendido dejándose envolver por el humo, lo cual seguramente tiene un fin purificador, los demás saltaban encima de él. Cuando la hoguera se consumía competían todos por ver quién esparcía más cenizas. En algunos lugares el rito de purificación consiste en encender dos hogueras entre las que pasan los miembros de la familia. A veces también se hace pasar el ganado entre las fogatas para purificarlo.

NOCHE UNIVERSAL

Es habitual mencionar el festival celta cuando se habla de las raíces milenarias de las festividades dedicadas a los difuntos. Sin embargo celebraciones similares parecen haber estado presentes en territorios europeos de culturas diferentes a la céltica. Un festival muy similar se celebraba entre los pueblos eslavos, el dziady. La celebración del dziady eslavo giraba alrededor de un banquete en el que se honraba a los antepasados, y precisamente este es el significado de su nombre, ancestros. El banquete ceremonial, durante el cual se realizaban libaciones a los espíritus, se celebraba dos veces al año; una de ellas en primavera, la otra en otoño. En la creencia de los pueblos eslavos los difuntos participaban desde el otro mundo en el dziady, y para que pudieran acudir era habitual encender fuegos y velas que alumbraran su camino desde las sombras.

La costumbre de encender luces que guíen a las almas en la noche ha pervivido hasta nuestros días. En Polonia, por ejemplo, este parece el origen de la práctica de depositar velas sobre las tumba, como parte de las actividades de la actual celebración cristiana del día de difuntos, que recibe allí el nombre de zaduszki. En Bielorusia hay diferentes noches de dziady, la principal, el Dźmitreuskija dziady, tiene lugar el primer sábado antes del día de San Dimitri, entre octubre y noviembre.

Aspecto de un cementerio durante el zaduszki

Aspecto de un cementerio de Kolbuszowa durante el zaduszki. Foto de Nocna zmiana bajo licencia CreativeCommons 2.0.

En Lituania, a finales de octubre, se celebraba la fiesta conocida como Vélin?s, similar aunque no idéntica al dziady eslavo, aunque también de raíces paganas. Su nombre deriva de la palabra que designa a los muertos en lituano: veles, que en la antigua religión lituana estaban regidos por Velnias, dios trapacero y truculento que acabaría siendo identificado con el diablo tras la cristianización. Los muertos, durante aquella festividad, eran libres de visitar a los vivos. Durante la comida se dejaba un cubierto para los difuntos de la familia y en su honor se colgaban móviles (sodas) sobre la mesa. El neopaganismo lituano, el Romuva, celebra esta festividad intentando recuperar su carácter original.

Entre los pueblos germanos los meses de invierno también son propicios a las apariciones y manifestaciones no sólo de los muertos, sino de otro tipo de seres numinosos. Es precisamente con el frío cuando se intensifican, por ejemplo, las acciones de los draugr, los retornados de Islandia y otros lugares, cadáveres que de manera muy similar a los vampiros continentales salen de sus tumbas o túmulos para visitar a sus familiares y vecinos llevando consigo enfermedad, muerte y destrucción de hombres, ganado y bienes; mientras que en verano, tiempo de luz, sus actividades se reducen y permanecen en sus tumbas hasta la llegada del invierno que les deja libres de nuevo. Entre los norsos en estas fechas tenía lugar el álfablót, durante el cual se hacían sacrificios a los elfos y se bendecían los alimentos. Algunos movimientos del neopaganismo nórdico, como la fe Ásatrú, celebran esta festividad y suponen que en un principio esta fiesta era un culto a los antepasados. Igualmente puede rastrearse una fiesta similar en el festival de Vetrarkvöld que se celebraba en Escandinavia.

En suma, en todas las culturas indoeuropeas subsiste un día consagrado a los antepasados, una tradición arcaica común y la creencia de que las almas errantes vuelven a sus hogares, donde sus familiares les conmemoran y dejan alimentos en su honor en una fiesta o banquete de raíces milenarias.

ROMANIZACIÓN Y CRISTIANIZACIÓN

Para cuando los romanos desembarcaron en las islas británicas, en el 46 a.C., apenas hacía diez años que las tropas de Julio César habían invadido la Galia y buena parte de los territorios celtas del continente ya estaban  romanizados. El resultado, en los territorios ocupados, fue una fusión de elementos latinos con los de la cultura de los vencidos. La festividad de samhain siempre tuvo un marcado carácter agrícola en las zonas dominadas, señalando el final de la temporada de las cosechas. Este hecho provocó la asimilación con los cultos de la diosa romana Pomona, a la que se representaba con una hoz en la mano y que regía sobre las actividades hortícolas, la jardinería y el cultivo de árboles frutales. Aunque no tenía ninguna fiesta dedicada se la asociaba al mes de Septiembre, en el que maduran los frutos. El propio nombre de la diosa deriva del de la fruta en latín, poma, vocablo que también designa a las manzanas, fruta típica, como hemos visto, de las fiestas de difuntos.

Elementos asociados a las celebraciones del fin de la cosecha, el culto a Pomona traído por los romanos, y las viejas tradiciones del año nuevo con su noche en la que espectros, brujas, hadas, difuntos y espíritus deambulan libremente, habrían pervivido durante siglos en los territorios romanizados hasta la llegada del cristianismo. La nueva religión se convirtió en la religión oficial del estado el 27 de febrero de 380 con el edicto del emperador Teodosio; no obstante, y especialmente en las zonas rurales, los rituales y festividades antiguos seguían celebrándose, y entre ellos, más o menos adulterado, el festival de samhain.

Recordemos que Bonifacio IV había instituido la festividad de Todos los Santos el 13 de mayo, coincidiendo con el festival de las Lemuria, quizá con la intención de que la nueva festividad fuera substituyendo paulatinamente a los viejos ritos paganos. Y así fue. No obstante, las celebraciones de samonios o samhain seguían siendo festejadas tenazmente por buena parte de la población. Muy probablemente este fue el motivo que movió a Gregorio III, en el año 741, a mover la fiesta del 13 de mayo al 1 de noviembre, con objeto de que las celebraciones paganas fueran cayendo en el olvido. En los territorios de habla sajona la noche anterior a la Conmemoración de Todos los Santos era festejada con el nombre de All hallow's Eve, literalmente víspera de Todos los Santos. La contracción de estas tres palabras daría lugar al actual nombre de esta fiesta en los países anglosajones, Halloween, al que también se conoce como Hallowmas. La víspera fue integrada en el calendario litúrgico como Vigilia de Todos los Santos y se prescribía como día de ayuno. La vigilia estuvo vigente hasta 1955 y fue restaurada tras el Concilio Vaticano II.

HALLOWEEN.  NOCHE DEL DIABLO Y DÍA DE TODOS LOS COMERCIOS

Y volvemos a nuestro tiempo. Si bien en países como Irlanda la fiesta aún resuena con los ecos del pasado, en la actualidad vemos como esta fiesta, que fue llevada a los Estados Unidos por los emigrantes de aquel país, nos viene de vuelta reconvertida, y en muchos casos desprovista de su carácter primitivo. El nuevo Halloween que ahora importamos desde USA es una especie de carnaval para los mayores y un festejo para niños, pero especialmente es una fiesta para la industria y el marketing, que han visto en ella un nuevo filón para estimular el consumo indiscriminado y llenar un hueco de ventas antes de las fiestas navideñas. Esta nueva versión edulcorada que, gracias al cine, la televisión, etc., invade todos los continentes tiende incluso a suplantar los modos y costumbres propios de los países donde se originó, pese a los intentos de algunos de recuperar los usos propios.

Postal de Halloween

Postal de Halloween. Foto de ripthskull bajo licencia CreativeCommons 2.0.

Es costumbre en el Halloween norteamericano disfrazarse de personajes terroríficos o ver películas del género (en España es habitual desde el siglo XIX asistir a representaciones del D. Juan Tenorio de Zorrilla que puede leerse online aquí). Una actividad del nuevo Halloween que vuelve atravesando el Atlántico, y que sí parece hundir sus raíces en las viejas celebraciones del viejo continente, es la que siguen los niños, convenientemente caracterizados de brujas, espectros y demonios, paseándose en grupos para visitar las casas de sus vecinos pidiéndoles dulces al son de “trick or treat” (truco o trato”). Se trata sin embargo de una costumbre que no aparece atestiguada en Estados Unidos hasta 1911. Si no reciben caramelos, dulces, dinero o algún otro regalo; es decir, si no hay “trato”, la pequeña banda de espectros arrojará huevos, papel higiénico, o espuma de afeitar en la puerta del vecino tacaño, o le gastarán alguna broma semejante, razón por la cual a menudo el “trick or treat” se traduce como “susto ó dulce”. La expresión típicamente norteamericana de “trick or treat” se está imponiendo en todo el mundo, substituyendo a las diferentes variantes locales europeas.

Estas correrías de la chiquillería recuerdan a aquellas que tenían lugar en el viejo continente, durante las cuales grupos de muchachos, niños y jóvenes, iban pidiendo por las casas para que les dieran alimentos, generalmente manzanas y frutos secos, y combustible para las hogueras. Incluso es posible encontrar precedentes de grupos de jóvenes disfrazados en algunas partes de Gales, los denominados gwrachod que, vestidos de mujeres y haciéndose pasar por “hags” (brujas) se dedicaban a gastar todo tipo de bromas perturbando el orden social, otro símbolo del paso del mundo ordenado y pacífico del verano al caos primigenio de la oscuridad invernal.

En la isla de Man los chicos disfrazados esperaban dinero o caramelos mientras entonaban una canción tradicional, Jinnie the Witch (Jinnie la Bruja). La canción varía de un pueblo a otro, e incluso hay versiones que se transmiten en cada familia, y a menudo se les obliga a cantarla si quieren obtener su regalo; y es que a diferencia del modelo norteamericano el “guising”, como es conocida la costumbre de ir de casa en casa en Escocia y el norte de Inglaterra, exige que el joven pedigüeño demuestre sus habilidades haciendo algún truco, recitando una canción o poema chistoso, etc. Por cierto que hasta hace poco los chicos en la isla de Man iban con una suerte de bastón con el que golpeaban la puerta de los que no aceptaban el trato y portaban un nabo, que poco a poco ha sido substituido por la moderna calabaza.

linternas de Halloween hechas con nabos

Linternas de Halloween hechas con nabos. Foto de uglyagnes bajo licencia CreativeCommons

De hecho, volviendo a las bromas con las que los “espectros” castigan a los vecinos tacaños, algunas de las denominaciones para esta noche son las de “Noche del diablo” ó “Noche de las travesuras”, en clara alusión a los desmanes provocados por las hordas de “difuntos” representados por niños y jóvenes. En el siglo XIX y principios del XX se sabe que algunas de estas gamberradas consistían en colocar losas de pizarra en las chimeneas para que el humo penetrara en la casa, o sacar las puertas del jardín de sus goznes y dejarlas en las ramas más altas de algún árbol o en las aguas de algún estanque. En algunas ciudades norteamericanas e inglesas esto ha dado lugar en ocasiones a verdaderos actos de vandalismo, como robos o incendios provocados, que preocupan y mucho a vecinos y autoridades, llegando a provocarse en ocasiones auténticos disturbios. En algunos lugares del norte de Inglaterra la “Noche de las travesuras” tiene lugar el día 4 de noviembre. En suma pues, estas procesiones seguramente representan a las huestes de almas y difuntos que en la noche de samhain andan libres sobre la tierra, y nos recuerdan igualmente a las tradiciones acerca de procesiones de difuntos extendidas por toda Europa: la cacería salvaje, la Santa Compaña o güesta, etc.

En cuanto a la popular calabaza tallada en forma de cabeza con una vela dentro con la que suele decorarse actualmente el exterior de las casas, antes de la llegada de los emigrantes irlandeses a Estados Unidos, está atestiguado el uso de nabos en su lugar. Probablemente se emplearon calabazas en Norteamérica por ser más fáciles de tallar. Se dice que estas improvisadas lámparas se tallaban en forma de cabezas de demonio para poder pasear por los caminos y espantar a espectros y duendes.

linternas de Halloween

Linternas de Halloween. Foto de Jus-us-3, bajo licencia CreativeCommons

El nombre de la calabaza de Halloween, Jack-o-lantern, con el que también se designaba a los fuegos fátuos, aparece documentado por primera vez en Estados Unidos en 1837, aunque podría remontarse a una leyenda irlandesa, de la cual hay diferentes versiones, y cuyo protagonista es Stingy Jack, Jack el Tacaño, un granjero que mentía y engañaba a sus vecinos hasta tal punto que se decía que podía rivalizar en maldad con el propio diablo. El mismísimo príncipe del infierno quiso comprobarlo y tomó la forma de un hombre para visitarlo. Tras conocerle tomaron muchas rondas en la taberna del pueblo de Jack hasta que Satanás, tras haber comprobado que realmente era tan malvado como se decía, le reveló su identidad y le comunicó que se lo llevaría al infierno para que pagara por sus innumerables pecados. Jack pidió como última voluntad que le dejara tomar otra ronda. Pero al ir a pagar la cuenta ninguno de los dos tenía con que. Jack retó a Satanás diciéndole que si realmente era tan poderoso como se decía podría convertirse en una moneda con la que pagar la cuenta. Cayendo en la trampa el diablo se convirtió en una moneda que Jack arrojó a su bolsillo, donde guardaba un crucifijo de plata que impidió salir al demonio. Sólo le dejó salir después de arrancarle la promesa de que no le molestaría en un año.

El diablo regresó al infierno pero al cabo del año fue a buscar a Jack a su casa. El astuto irlandés consiguió engañarlo de nuevo convenciéndole de que subiera a un árbol para conseguir una manzana (de nuevo la fruta sagrada), la que sería su última comida. Cuando Satanás se encaramó al árbol Jack talló una cruz en el tronco del manzano para impedir que pudiera bajar. De este modo consiguió arrancar al demonio diez años de tregua y la promesa de que nunca más reclamaría su alma. No había transcurrido este plazo cuando Jack murió y al llegar a las puertas del cielo San Pedro le impidió el paso por sus malas acciones. Pero el infierno también lo rechazaba, de modo que el malvado granjero se ve obligado desde entonces a vagar por toda la eternidad alumbrándose con una linterna hecha con un nabo hueco y una vela. Si aparece en la puerta en la víspera de Todos los Santos nos propondrá truco o trato, y si no aceptamos, sea cual fuere el precio, maldecirá a toda la casa y a sus habitantes.

El tema está lejos de agotarse. En un artículo que desarrollaremos en breve veremos la relación entre el viejo festival que daba paso al invierno y ciertos muertos inquietos que deambulan por estas páginas, los vampiros.

© 2008. Javier Arries
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«A veces, se alzan puertas. Atravesarlas o pasar de largo; esa es la elección del viajero, la causa de su grandeza y de su eterno peregrinar. Viajero llama a la puerta si quieres pasar...»