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Johann Christoph Harenberg

(1696-1774)

BIOGRAFÍA

Johann Christoph Harenberg, fue historiador y teólogo protestante. Nació el 28 de abril de 1696 en Langenholzen, en la ciudad alemana de Alfeld, en el seno de una familia de campesinos. Estudió en Hildesheim y en 1715 ingresó en la Universidad de Helmstedt, donde estudió lenguas clásicas y orientales, teología, filosofía, arqueología e historia.

En 1719 estuvo en las Universidades de Jena y Halle donde se dedicó a profundizar en estas materias. En 1720 se convirtió en rector de la Escuela de Gandersheim, donde investigó en los archivos locales que le sirvieron para su obra Historia ecclesiae Ganderhemensis cathedralis ac collegiatae diplomatica, que se publicó en 1734. Un año después fue nombrado Supervisor General de las escuelas del Ducado Wolfenbüttel.

En 1738 ingresó como miembro en la Academia de Ciencias de Berlín; y en 1745 entró a trabajar como profesor honorario en el Collegium Carolinum de Brunswick, ciudad en la que murió el 12 de noviembre de 1774.

Ayuntamiento de Alfeld

Ayuntamiento de Alfeld, la ciudad donde nació Johann Christoph Harenberg

OBRA

Johann Christoph Harenberg fue un autor prolífico. Algunas de sus obras:

  • Vernünftige und Christliche Gedancken über die Vampirs Oder Blutsaugenden Thodten, 1733
  • Historia ecclesiae Ganderhemensis cathedralis ac collegiatae diplomatica, 1734
  • Vindiciae Harenbergianae, 1739
  • Otia Gandershemensia, 1740
  • Monumenta historica adhuc inedita, 1758–62
  • Erklärung der Offenbahrung Johannis, 1759
  • Progmatische Geschichte des Ordens der Jesuiten, 1760
  • Amos propheta expositus, 1763
  • Aufklärung des Buchs Daniel, 1773

HARENBERG Y LOS VAMPIROS DE MEDVEDJA

Su primera obra, Vernünftige und Christliche Gedancken über die Vampirs Oder Blutsaugenden Thodten, publicada en 1733 en Wolfenbüttel, por el editor Johann Christoph Meissner, y cuya portada puede verse al principio de este artículo, trata el tema del vampirismo. Ha sido digitalizada y puede accederse a ella aquí. La escribió en alemán y no en latín, quizá para que tuviera más difusión.

Harenberg tuvo acceso al famoso Visum et Repertum, firmado por el oficial militar Johannes Flückinger, que examinó el caso de Arnold Paole. Lo encontró en un documento titulado Acten-mäßige und Umständliche Relation von denen Vampiren oder Menschen-Saugern, Welche sich in diesem und vorigen Jahren, im Königreich Servien herfürgethan, firmado por E., W. S. G., y que se imprimió en Leipzig en 1732 por parte del editor Augusto Martini. El documento ha sido digitalizado y se puede encontrar aquí.

Ya en la introducción atribuye a la imaginación febril de los enfermos de angina de pecho la creencia de que un difunto les visitaba para sofocarles o beber su sangre durante el sueño. Muy probablemente se habrían infectado, según Harenberg, por comer carne enferma, por contacto con otros enfermos o por estar en la proximidad de cadáveres infectados. Continúa diciendo que la enfermedad provocaba espesor en la sangre, y que esta se almacenaba en los vasos capilares de la cabeza provocando todo tipo de delirios que reafirmarían las creencias supersticiosas de sus parientes y vecinos, y las suyas propias. Esta superstición, o locura como dice Harenberg habría sido «se ha conservado entre judíos y cristianos, griegos y latinos, húngaros, polacos, alemanes y otros pueblos desde la antigüedad». Pasa después a hablar de los hombres lobo, y enumera ejemplos clásicos y bíblicos que pueden relacionarse con dichas creencias. En el segundo capítulo Harenberg explica precisamente así los sucesos de Medvedja. Algunos lugareños se habrían infectado comiendo carne de animales enfermos y se habría desatado así una epidemia.

Después Harenberg nos narra una curiosa experiencia que tuvo él mismo con un fantasma. Un sábado, en la primavera de 1708, y durante un paseo desde su aldea, Alfeld, a Langenholzen, llegó a ver a un anciano bien vestido, y le reconoció como un conocido suyo octogenario. Estaba en el jardín, y se acercó a él para saludarle. Pero cuando se fijó más en él se dio cuenta de que podía ver, a través de él, la vegetación que tenía detrás. Y cuanto más acercaba más espectral y transparente se volvía éste. Harenberg supo después que el anciano había muerto de tisis más o menos cuando él lo había visto durante su paseo. Además llegó a tener otras dos experiencias similares.

Harenberg se hace eco de la creencia de que hay que cortar la mortaja alrededor de la boca de los difuntos para evitar que éste comience a mascar en su tumba. Si consigue mascar su propio sudario sus parientes irán debilitándose lentamente, Para evitar que esto ocurriera solían introducir una estaca en su boca. Como ejemplo pone un caso que ocurrió dos años antes. Dos agricultores de Ackenhausen se pelearon. Al morir uno de ellos, el otro, para evitar que el difunto lo consumiese, fue hasta donde yacía el cadáver e intodujo un palo alargado por la boca del difunto, haciéndolo pasar por encima de la lengua. Cuando fue requerido para que diera explicaciones sobre este acto se defendió diciendo que era la costumbre entre la gente del pueblo.

Hacía unos años, recuerda también Harenberg, en el Gottes-Acker se decía que algunos escuchaban ruidos de masticación procedentes de alguna tumba. Las autoridades, informadas, impidieron que se aplicara la costumbre local de desenterrar el cuerpo y atravesarle el corazón con una estaca para evitar que fuera consumiendo la vida de sus familiares mientras roía su mortaja. En el capítulo II examina el caso de los vampiros de Medvedja.

GRANDO, VAMPIROS GRIEGOS, HOMBRES LOBO

En el tercero se ocupa del caso de Giure Grando. En el capítulo IV nos relata un caso que él ha leído a su vez en el libro Relation d'un voyage fait au Levant, de Jean de Thévenot, publicado en París en 1665. En la isla griega de Chio se habla de los zorzolacas, burcolacas y nomolacas. Se trata de cuerpos que no se descomponen en la tumba. Mientras eso ocurra el espíritu se moverá por las calles de la población, tocando a las puertas y llamando a sus moradores por su nombre. Aquellos que responden, desde dentro, mueren en tres o cuadtro días. Uno de estos cadáveres permaneció incorrupto durante cincuenta días. Lo desenterraron y el sacerdote dijo misa sobre el cuerpo. Ningún signo de corrupción aparecía sobre el cadáver salvo un gusano que salía de su nariz.

Herenberg desarrolla en los siguientes capítulos diversas cuestiones teológicas para intentar demostrar la imposibilidad de que un vampiro, ya sea en cuerpo o en espíritu, pueda absorber la sangre de una persona viva. Nos habla también del poder de la imaginación, para tratar de explicar las visiones de vampiros como sueños o productos de una imaginación febril trastornada por la enfermedad. Venenos, toxinas, etc. pueden producir resultados parecidos, y pone como ejemplo el efecto que producen las picaduras de tarántula en el sur de Italia; o los unguentos que utilizan las brujas para acudir al Brocken; o los vapores tóxicos que emanaban de la tierra y provocaban las visiones y los éxtasis de las pitonisas. De ahí también, según él, que los mineros, expuestos a los vapores de la tierra, vean hombres de las montañas y goblins.

En el capítulo XXV, Herenberg cuenta el caso de un hombre lobo encarcelado en Hertzog, en Prusia por atacar a las bestias de carga. Según el supuesto licántropo durante la Navidad y el Solsticio de Verano, se volvía loco, le salía pelo y disfrutaba destrozando personas y animales. A raíz de aquellas declaraciones se le observó en aquellas fechas cuando estuvo encarcelado, y aunque comenzó a agitarse y algunos pensaron que se estaba convirtiendo en lobo, todo ocurrió en la imaginación del preso,. Y continúa explicando como era creencia común que algunos se transformaban en lobos usando ungüentos de hierbas o ciñendo cinturones hechos con piel de lobo. Usa estos ejemplos como muestras de lo que puede hacer una imaginación desorbitada.

Continúa en otros capítulos hablando de los efectos del opio, la datura, el beleño, la mandrágora,... Se detiene también en dar ejemplos de histeria colectiva, y relaciona todos estos ejemplos de imaginación perturbada con la creencia en vampiros. Herenberg interpreta los sonidos que hacen los vampiros cuando los estacan como el resultado de los aires que quedan comprimidos en el corazón. No va desencaminado, aunque ese aire procede de los gases acumulados en los pulmones y el aparato digestivo. Intenta explicar también de forma natural el supuesto crecimiento de uñas y cabello en el cuerpo de los vampiros. Se queja también de que las investigaciones que hasta el momento se han hecho sobre vampiros han sido descuidadas, e incluso apunta la posibilidad de que algunos enterrados no estuvieran en realidad muertos.

En el capítulo XXXVI arremete contra la opinión de M. Phillipus Rohr, autor de Dissertatio historico-philosophica de masticatione mortuorum, cuyo testimonio es recogido por Michael Ranft, en su De masticatione mortuorum in tumulis, de que los muertos, animados por espíritus malignos, se comen sus mortajas. Harenberg cree que se puede explicar este fenómeno si pensamos que quizá ese tipo de casos corresponden al de gente enterrada sin estar realmente muerta. Harenberg tuvo más de una controversia por sus diferentes teorías con Michael Ranft.

En el capítulos XXXVII menciona el típico caso de la mujer que asegura haberse quedado embarazada tras la visita de su marido convertido en vampiro, explicándola como un intento de encubrir la verdad, seguramente más prosaica. Por último dice que ha escrito su obra porque alguien importante le pidió que diera su opinión sobre los vampiros serbios, y apela a la razón y al buen juicio para tratar estos temas.

MENCIÓN EN LA OBRA DE CALMET

August Calmet se ocupa de la obra de Harenberg en su Dissertation sur les revenants en corps, les excommunies, les oupirs ou vampires, brucolaques, concretamente en el capítulo XI. Traducimos del original francés de la edición de 1751:

He visto en los Diarios de Leipsik [la actual Leipzig] el resumen de un opúsculo: Philosophicae & Christianae cogitationes de Vampiriis, de Joanne Christophoro Herenbergio; de Gérolferliste en 1733. in-80. El autor nombra una gran cantidad de escritores que han tratado antes sobre esta materia; habla de pasada de un espectro que en una ocasión se le apareció a él mismo al mediodía. Sostiene que los vampiros no matan a los vivos, y que todo lo que se debate sobre ésto, no debe ser atribuido sino a la imaginación de los enfermos. Lo prueba mediantes diversas experiencias en las que la imaginación es capaz de causar grandes trastornos en el cuerpo y en los humores. Enseña que en Esclavonia se empalaba a los asesinos, y que se atravesaba el corazón del culpable con una estaca afilada que le era clavada en el pecho; que se ha empleado el mismo castigo con los vampiros, suponiéndolos autores de la muerte de aquellos a los que, según dicen, chupan la sangre. Da algunos ejemplos de este suplicio que se ha utilizado contra ellos, uno en el año 1337, y el otro en 1347. Habla acerca de la opinión de aquellos que creen que los muertos comen en sus tumbas; parecer cuya antigüedad se encarga de probar citando el principio del libro de la Resurrección de Tertuliano, y la Ciudad de Dios de S. Agustín (1.8.c.27), así como en su sermón 15 acerca de los Santos.

© 2008. Del texto y traducciones,Javier Arries

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